Los restos de Carlos Marconis Antón Catín, el migrante nicaragüense ejecutado y quemado en México, llegaron la noche del martes 13 de diciembre al barrio La Florida.
Mercedes de la Concepción Espinoza, madre de Marconis, agradeció de rodillas y entre lágrimas recibir los restos de su hijo para sepultarlo en su natal Chinandega “Gracias padre, gracias por el milagro”, dijo Espinoza, quien ahora tendrá una tumba que visitar con su familiar.
La repatriación fue posible gracias a la solidaridad de nacionales, migrantes nicas en otros países y gestiones de la familia, así como lograron reunir cinco mil dólares para cubrir los gastos.
Carlos Antón tenía 33 años y muchos deseos de superación. Trabajó por varios años junto a su madre como vendedor ambulante de artículos electrónicos. Migró el 20 de abril de este 2022 y llegó a México donde trabajó para reunir dinero y cruzar por la frontera sur hacia Estados Unidos el 05 de noviembre.
Criminales lo interceptaron en la zona conocida como San Pedro, donde le robaron su dinero, lo mataron y luego quemaron parte su cuerpo. Doña Concepción, identificó a su hijo gracias a los tatuajes que aún le quedaban visibles en su rodilla.
Crimen sigue impune
La crueldad con la que asesinaron al migrante de Marconis conmocionó a los chinandeganos y hasta hoy no se hace justicia.
Texas Nicaraguam Community, organización que apoyó a la familia con los trámites de repatriación, demandó justicia a través de sus redes sociales “Pedimos a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, Fiscalía General del Estado de Chiapas, encontrar a los culpable de este crimen, y no sea uno más de los nunca resueltos” se lee en la página de Facebook de la organización.
No todos logran repatriar
Texas Nicaraguam Community, es una organización no gubernamental establecida en Texas desde 2019. Hacen trabajo humanitario con la comunidad migrante, incluyendo repatriaciones, pero sus recursos son limitados.
Este año fue trágico para los migrantes que intentaron llegar a los Estados Unidos y que murieron en el intento. No todas las familias repatriaron a las víctimas. Uno de estos casos fue el de Yilber Cáceres, de 33 años y originario de la comunidad rural La Joya, también en Chinandega. Esta familia no consiguió el dinero a tiempo y desistieron de las gestiones.
Los sueños de Yilber Cáceres, Marconis Antón y de muchos otros quedaron inconclusos. Ambos prometieron trabajar sin descanso para que no les faltara nada a los suyos. Aunque no lograron solventar las dificultades económicas que atraviesan sus familias, quedan en sus memorias como hijos y padres amorosos.
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