El obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio José Báez demandó la libertad del obispo Rolando Álvarez, quien permanece bajo “resguardo domiciliar” desde el pasado mes de agosto.
“Monseñor Rolando es inocente y merece ser liberado. Que se escuche nuestra voz. Queremos verlo y queremos saber cómo está, exigimos su libertad y que el obispo vuelva en medio de su pueblo”, dijo Báez durante su homilía en la iglesia Santa Ágatha, en Miami, el pasado domingo.
Álvarez tiene 67 días de haber sido trasladado de manera forzada a la casa de su familia en Managua, tras el allanamiento de la Policía a la Curia Episcopal de Matagalpa. Sin ninguna justificación legal, la Policía lo mantiene bajo arresto domiciliario, medida que el régimen de Daniel Ortega pretende disfrazar como “resguardo domiciliar”.
Antes de ser llevado a la casa de sus familiares, Álvarez estuvo retenido durante 16 días junto a otros religiosos y un laico que fueron acusados de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas”. El nombre de monseñor Rolando Álvarez no aparece en la acusación.
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Políticos manipulan religión
Por otro lado, Báez indicó en su homilía que “hay muchos políticos que manipulan y se sirven de la religión y se vuelven como el fariseo. Invocan a Dios y le dan gracias por las supuestas bendiciones que reciben, que más que bendiciones divinas son el fruto de estrategias y acciones políticas que ellos mismos realizan para afianzarse en el poder y lograr sus propios intereses”.
El obispo mencionó que estos políticos son autoritarios y “no están dispuestos a reconocer sus errores y pecados. Practican la religión del “yo”, exigiendo culto a sus personas, imponiéndose como pequeños dioses y utilizando la religión para justificar sus posiciones de poder, sus actos de corrupción y su crueldad”.
De igual manera, Báez mencionó que los políticos que son creyentes de verdad “muestran su fe en el Dios justo y bueno, reconociendo humildemente sus errores y aceptando su parte de responsabilidad en la problemática de la sociedad”.
“Jesús nos enseña que la oración del soberbio no llega al corazón de Dios, pero la oración del humilde lo abre de par en par”, y dijo que, “el fariseo vive como un narcisista, sin deseos de cambiar, seguro de ser bueno y mejor que los otros. Con su oración se cierra en sí mismo, deforma y empequeñece a Dios”.