La historia de Kevin Martínez es un botón de muestra de la persecución que viven los miembros de la Iglesia Católica en Nicaragua por parte de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que mantiene a más de 10 sacerdotes encarcelados, incluido el obispo de la Diócesis de Matagalpa, Rolando Álvarez.
Kevin Martínez es originario de Diriomo. Creció en medio de una familia de escasos recursos que profesa la religión católica. Desde que tenía cuatro años, su abuelito lo llevaba a las actividades de la Iglesia, y se convirtió en devoto de la Virgen de Candelaria, la Santa Patrona de su municipio.
A los cinco años, Kevin fue a una iglesia de Diriomo y dijo que quería servir como monaguillo. Su abuelito habló con el sacerdote de la parroquia y lo aceptaron. Desde ese día, se convirtió en monaguillo de la Iglesia Católica de Nicaragua.
Poco a poco fue dándose a conocer entre los sacerdotes de la zona y tiempo después fue enviado al Seminario Mayor San Pedro Apóstol en Diriá, para ayudarle a un sacerdote exorcista. Después lo mandaron a Nandaime para ayudar en la parroquia Jesús Nazareno, en donde conoció al padre Manuel Salvador García, quien hoy permanece encarcelado por la dictadura de Ortega.
La represión en contra del monaguillo
A inicios del año pasado, Kevin fue reubicado en la parroquia Santa Ana de Nandaime y mientras servía como monaguillo, estudiaba su secundaria. Un día de mayo, recibió la llamada de un número desconocido y cuando contestó, una mujer que se identificó como la subcomisionada de la Policía de Nandaime, Cecilia Rodríguez, le dijo que necesitaba que le entregara una citatoria al padre Manuel Salvador García.
Kevin fue a recoger la citatoria y luego se la entregó al padre. “Él la abrió, la leyó y la rompió. La echó a la basura”, recuerda Kevin, y desde ese día, el sacerdote tuvo que irse de la parroquia para resguardarse en un lugar seguro.
Sin embargo, el 30 de mayo de 2022, simpatizantes sandinistas divulgaron entre los pobladores de Nandaime que el padre Manuel supuestamente había golpeado a una mujer, lo cual, según comenta Kevin, era una noticia falsa que solamente buscaba desprestigiar al sacerdote y darle motivos a la Policía para capturarlo.
Como el sacerdote tuvo que irse de la parroquia Jesús Nazareno, Kevin fue encargado de ir acompañar a un laico para cuidarla, pero el otro hombre nunca llegó, de manera que el monaguillo estuvo solo por varias semanas.
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En la madrugada del 31 de mayo, mientras Kevin dormía en la parroquia, el ruido de varias camionetas en la calle lo despertó. Se asomó por una ventana y se dio cuenta que eran varias patrullas con policías y perros de la técnica canina. Desde la ventana identificó a la subcomisionada Rodríguez y al comisionado Ramón Avellán, quien tocó la puerta de la parroquia.
Kevin se asustó, pero de igual manera abrió la puerta. “Entreganos al padre. Ya sabemos que está aquí”, le dijo Avellán al monaguillo, pero él respondió que el sacerdote no se encontraba en el lugar.
“El padre ya se había ido, entonces Avellán me dijo que me atuviera a las consecuencias porque él decía que yo lo estaba escondiendo”, relata Kevin. Minutos después Avellán se retiró del lugar, pero dio la orden a unos agentes de quedarse en el lugar por si aparecía el padre Manuel para llevárselo detenido.
El padre Manuel llegó por la noche del 31 de mayo para sacar algunas pertenencias de la parroquia, y la Policía, encabezada por la subcomisionada Cecilia Rodríguez, lo siguió cuando salió de la parroquia y posteriormente lo detuvieron y fue llevado a la Dirección de Auxilio Judicial, mejor conocida como El Nuevo Chipote.
Kevin se dio cuenta que el padre Manuel había sido detenido hasta el siguiente día, pero él no podía moverse del lugar porque tenía que cuidar la parroquia. Estuvo sin salir del lugar por varios días, sufriendo el asedio de policías y paramilitares que merodeaban la zona, hasta que le ordenaron que regresara a la parroquia Santa Ana.
Exiliado en año nuevo
El 24 de diciembre, Kevin no pudo ir a visitar a su familia en Diriomo porque le tocó ayudar en la misa de Navidad, además de transmitirla por las redes sociales de la parroquia Santa Ana. Sin embargo, le dieron libre el 31 para que pasara Año Nuevo con su familia.
Antes de irse a Diriomo, el 30 de diciembre, a Kevin lo mandaron a una parroquia de Moyogalpa, en la isla de Ometepe, para que apoyara a un sacerdote con la misa de ese día. El 31 por la mañana quedó libre y tomó un ferry de la isla hacia San Jorge y luego se movió a Rivas para tomar un bus que lo llevaría a Diriomo.
Kevin cuenta que ese día llevaba su traje de monaguillo en una bolsa, la cual se le rompió y la prenda cayó al suelo. El joven se detuvo, levantó el traje y lo extendió para sacudirle el polvo y de repente, una patrulla de la Policía se detuvo frente a él.
Un policía se bajó, le pidió su cédula y tras verificar su nombre, lo golpeó en la boca del estómago. “Lástima que no tenés 18, porque si no, ya estarías bien guardado”, le dijo el policía, mientras el joven se retorcía de dolor en el piso.
Después, los policías se retiraron del lugar, pero no le devolvieron la cédula al joven. En ese momento, Kevin sintió temor de ir a Diriomo en bus porque pensó que en el camino podían llevárselo detenido, de manera que decidió irse hacia la frontera con Costa Rica.
Llegó a la frontera cerca de medio día y varias personas se le acercaron para ofrecerle sus servicios de coyote. “Yo no tenía dinero para pagar. Me decían que les diera mi celular y ellos me cruzaban”, relata.
Fue una mujer quien lo ayudó a pasar la frontera de manera irregular sin cobrarle dinero y cuando ya había cruzado a Costa Rica, le explicó cuál era el camino que debía seguir. Kevin se juntó con un grupo de unas 20 personas hasta que los retuvieron agentes migratorios de Costa Rica y como él era menor de edad y no tenía identificación, lo llevaron a una oficina de migración.
El joven le explicó su situación a los agentes y les dijo que quería solicitar refugio en Costa Rica por temía ser detenido en Nicaragua. Los agentes hicieron el trámite y se comunicaron a través de una videollamada con su familia.
El padre de Kevin, le dijo que tenía una tía en Costa Rica que lo podía recibir por un tiempo, pero como era menor de edad, los agentes migratorios tuvieron que llevarlo al Patronato Nacional de la Infancia (PANI), que es una institución costarricense encargada del bienestar de los menores de edad.
A las siete de la noche del 31 de diciembre fue trasladado a Guanacaste, a una sede del PANI. Le tomaron su testimonio y junto al guarda de seguridad y otras dos muchachas recibió el año 2023. Por la mañana, una vez que verificaron que su tía podía recibirlo en San José, la capital costarricense, lo dejaron ir.
El joven ya va a cumplir un mes de haber llegado a Costa Rica, pero todavía dice que le cuesta creer que salió de Nicaragua por toda la persecución en contra de la Iglesia Católica. Actualmente, vive con su tía en la periferia de San José y consiguió trabajo como camarógrafo en un canal de televisión, aunque todavía está en entrenamiento.
Mientras tanto, su familia en Nicaragua añora verlo pronto. Kevin comenta que su abuelita se ha puesto demasiado triste con la noticia de su exilio y que ha querido ir a visitarlo, pero como son personas de escasos recursos, es muy difícil para ellos hacer el viaje a Costa Rica.